viernes, 9 de enero de 2015

Cena de reencuentro (2)...

Natalia y yo avanzábamos por la calle de la mano. Sentía su pulgar resbalando por mi piel. Lo hacía con suavidad...
Decidimos tomarnos algo en una cafetería italiana cercana. Separados por la mesa del bar fuimos desgranando años y vivencias pasadas. Pero ambos sentíamos un impulso de atracción: volver a sentirnos, a descubrirnos nuevamente...  Al final me senté a su lado y empezamos a tontear un poco más: A cogernos las manos, a mirarnos con intención descarada, a besarnos...


Salimos del local, cogimos un taxi y nos encaminamos a un hotel donde hace muchos años nos fundimos la primera vez.  Era curioso. Nosotros habíamos cambiando y el hotel igual. Ahora ya era uno de esos sitios de casi 100 euros la noche.
En el taxi, nos besamos. Sentí su lengua rozando con delicadeza resbalando por mis labios. Su mano apoyada en mi pecho, realizaba pequeños círculos sobre mi jersey.  
El trayecto fue corto en apenas diez minutos llegamos. Al bajar ambos sentimos haber retrocedido en el tiempo con una mezcla entre deseo y nostalgia. Una vez cogida la habitación y las llaves subimos a ella. Su cabeza rozaba contra mi hombro. Nos detuvimos en un largo pasillo y comenzamos a besarnos,  con deseo, sus manos apretaban mi nuca atrayéndome a su boca y las mías  recorrían su silueta bajo el abrigo.

La puerta del ascensor se cerró tras de nosotros y avanzamos abrazados, besándonos intensamente mientras nuestros abrigos se iban aflojando del cuerpo para, ya en la habitación, car en el suelo de tarima. Mis manos van subiendo su jersey negro de cuello alto, mis dedos rozan su fina piel impregnada por su perfume. 
Me embriagaba su aroma, ella desabrochó su sujetador de encaje oscuro  precipitándose al vacío y sus pechos, perfectos para mis manos, quedaron a mis expensasMi camisa se abrió bajo sus dedos, que escrutan y recorren mis pectorales tensándose bajo sus caricias, nuestras bocas se derraman la una en la otra, saboreándonos...
La tomé me en brazos y la pegué contra la pared.

hazeleyes2012: * gemidos * Te extrañé

Con ella en brazos, caminé hasta la cama y la tumbé sobre ella para hacerlo yo, a su vez, sobre aquella mujer que me estaba volviendo loco por momentos; besando su pecho desnudo, sintiendo el latido de su corazón que se aceleraba bajo mi cuerpo.  Mis dedos resbalaban por su monte de venus, buscando la cremallera de su pantalón.  La encontré y  se escuchó el rrrrrr de su descenso.  
La presión de mi pantalón aumentaba con el crecimiento de mi sexo bajo ellos. Su palma lo presionaba y amasa, comenzando a desabrochar el botón e ir bajando la prenda. Yo la imité, terminando de despojarnos de aquello que nos separa. 
Rodamos por la cama, su cuerpo sobre el mío. Sentía el movimiento sensual de su cadera, el contacto de su tanga contra mi bóxer, incrementando la presión y la excitación de los ambos. Mis dedos ascendían por el interior de sus muslos, acabando en la delicada tela de su tanga hasta que palpé aquellos labios calientes, húmedos y carnosos, percibiendo su calor y su inflamación. Decidí adentrarme e impregnarme de la humedad que emanaba como un dulce licor.  
Jugué con su clítoris, pinzándolo  entre mis dedos y sin dejar de mirarla a los ojos, observando como su boca se abría por el placer. Me deleitaba con aquel clítoris perfecto, duro, erecto... y torturándola de placer, empapando mis dedos en ella... mientras se retorcía de gusto y gemía, agarrando mi pelo entre sus dedos. 

Decidí  sacarlos para poder saborearlos. Ella me observaba y me pidió compartir. Accedí. No hay nada que más me guste. Su lengua lamió mis dedos lentamente, deslizandola por ellos hasta introducirlos en su boca y succionar. Sus labios apretaban mis dedos y solo quería que hiciera lo mismo con mi polla. Aumentaba mi excitación y el tamaño de mi miembro.
Mis labios empezaron a besar sus ingles, buscando su sexo.  Este acogió  mi lengua y la deslicé de abajo a arriba, aumentando los fluidos que se mezclaron con mi saliva.
La hice gozar hasta que estuvo a punto de correrse, entonces le dí la vuelta. Cogí sus caderas, le dí un par de azotes con la palma abierta en las nalgas. La atraje hacía mí y le clavé mi polla... Gimió y controló el grito pero mis embestidas iban al son de sus empujones hacia mí.


Sí, efectivamente, los años nos han cambiado. A ella la han hecho más experta en la cama, más puta, como me gustan a mí las mujeres, de esas que se dan sin reservas que buscan el placer máximo.

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