viernes, 17 de abril de 2015

Miradas (V) Inesperado e imprevisto...

Era una buena noche así que la terraza estaba hasta la bandera. No encontramos sitio pero ella prefirió quedarse aunque fuera de pie. La música siempre ha sido buena en este establecimiento.
Me gustó verla así: desinhibida. El vino era espectacular y ella solo había bebido una copa pero me dí cuenta, y así me lo confirmó, que no estaba habituada y se le había subido un poco a la cabeza.
No soy un cabrón ni un tipo que se aprovecha de situaciones que le benefician cuando están implicados sentimientos. Yo sentía, siento, por ella todo y quiero ganármela de las mejores formas, a pecho descubierto, con el corazón en rojo vivo, latiendo...

Pero cuando se enganchó a mi cuello como una chiquilla, con aquella sonrisa y aquellos ojillos echando chispas... Reconozco que mi cuerpo sintió un sin fin de latigazos que lo hicieron temblar de extremo a extremo.
Me dejé besar... Apenas un roce... Suave... de sus labios impregnados del sabor fresco y ligeramente amargo de aquel mojito.


Me sentí en una situación complicada: Por un lado, era fácil dejarme llevar, comérmela a besos, estrecharla en mis brazos con más pasión que ternura. Por el otro, el sentido de responsabilidad, la innecesaria precisión de romper la magia que nos rodeaba.
La queria, como siempre la he querido, viva, suya..., en sí...
¡Dios! Cómo me gustaba ya entonces, cómo me hacía sentir y vibrar solo con una mirada... Aquella sonrisa que sigue haciéndome estremecer... Cómo la deseaba, cómo la sigo deseando...
Mi cuerpo se blandía en sensaciones que necesitaba controlar. Nada de locuras. Nada de errores. Nada de nada...

Así que un rato más tarde, antes de que hiciera algo de lo que pudiera arrepentirme, decidí llevarla a casa con una pequeña excusa. Ella aceptó aunque me pidió un "poco más".
Ella es pura tentación para mí y en aquel tiempo, cuando todo empezaba a surgir, todavía más. Tenerla tan cerca y poder tocarla, sentirla... y, en cambio, negarme a todo...
¡Dios!


Me quedé con las ganas… Con las ganas de todo, de cualquier cosa. Tenerla tan cerca, poder comérmela a besos, llegar a sentirla entre mis brazos… Y me quedé, o nos quedamos, a las puertas de todo lo demás.
No sé qué pasaría por su mente o qué no quería que pasase pero me sentí algo ingenuo y estúpido. No sabría decir en qué grado más lo uno que lo otro.

Mi ropa olía a ella. Estoy seguro de que la suya olía a mí. Habíamos estado tan cerca…

¡Qué tonta! ¿Tanto me costaba preguntarle si quería subir? Sabía que la respuesta hubiera sido un sí pero, por otro lado, no quería parecerle una chica fácil, aunque no sé trataba de eso porque, al final, por las cosas menos fáciles hacía que una pareciera una mojigata.
Aún tardé en dormirme.

Desperté demasiado temprano para un domingo pero mi reloj biológico estaba, y está, programado para una determinada hora. A pesar de haberme acostado a las tantas, mi cuerpo o mi mente no parecieron entenderlo.
El primero por costumbre, supongo; el segundo, por exceso de pensamientos, creo.
Miré la hora en el reloj de pulsera que tenía sobre la mesita de noche: Siete menos cinco de la mañana.
Ya había amanecido y el sol empezaba a querer asomar.
Miré las fotos de la noche anterior hechas con mi móvil. Había prometido pasárselas. Esta radiante, feliz… Después de roto el hielo, no había dejado de sonreír en toda la noche.
Remoloneé un rato en la cama mas no dejé de dar vueltas de un lado para otro, recordando e imaginando… Me acabé poniendo nervioso.
Volví a mirar el reloj. No había pasado más de un cuarto de hora y me había parecido una eternidad. Cogí el móvil y escribí un mensaje:

- “Buenos días, ninfa. ¿Qué quieres para desayunar?”

Adjunté un video de una canción: Is this love? De White Snake. Y esperé.

Estaba en el séptimo cielo a mano derecha. Me gustaba, me sigue sabiendo muy bien dormir por la mañana, en esas horas en las que la noche da sus últimos coletazos para vestirse de día. Además, habían pasado poco más cuatro horas desde que me había acostado.

Siempre he dejado el móvil en silencio pero con vibración por las noches. Vivir sola no significa(ba) vivir aislada del mundo.
La vibración me hizo reaccionar más tarde pero el corazón se me aceleró. Por un momento, pensé no cogerlo pues me dí cuenta de que se trataba de un mensaje por el tiempo de movimiento.
Y leí el mensaje de David. Al tiempo que le maldecía por haberme despertado en lo mejor del sueño, me agité y sonreír por la ocurrencia. Qué podía responderle: “¿A ti?” Demasiado evidente y muy poco apropiado después de lo sucedido por la noche.



- “Buenos días. ¿Unos croisants?”
- “Lo que mande la señora” –me respondió a los pocos segundos.- “¿Te he despertado?”
- Evidente –pensé para mí-.”Sí, pero así no he podido evitar pensar en ti :-)”.
- “Tú también has sido mi primer pensamiento.”

Estuvimos chateando un poco y luego él se despidió, diciéndome que se iba a correr un rato.
Yo me quedé un rato más en la cama, viendo el vídeo que me había enviado. La canción siempre me había gustado. Tenía (tiene) un ritmo precioso, como si te abrazara, como si pudiera sentir el balanceo de mi cuerpo entre sus brazos. Y ahora, por lo que me estaba sucediendo, le dí otro sentido.

♫♪♫
 ... ¿Es amor lo que estoy sintiendo?
¿Esto es el amor que he estado buscando?
¿Esto es amor o estoy soñando?
... contigo encontré la llave
para abrir cualquier puerta.
Puedo sentir mi amor por ti
creciendo más fuerte día a día...
Y no puedo esperar a verte nuevamente
para poder tenerte en mis brazos... 
 ♪♫♪

♪♪♪ Escuchar canción ♪♪♪


Intenté dormir. Me tentó Morfeo pero no me conquistó pero la pereza y la vagancia sí que ganaron…, entre otras cosas…

No fui a correr. Me dí una ducha. Me vestí de forma mucho más informal: Unos vaqueros azul claro, una camisa gris marengo por dentro y una chaqueta de cremallera…
Y me fui hasta la mejor pastelería de la ciudad donde compré lo que ella me había pedido y algunos dulces más. De camino a su domicilio, me detuve en una floristería y le compré unas flores sencillas, tipo silvestres. Sabía que no me esperaba. Ni se le pasaría por la mente. El factor sorpresa siempre puede ser un aliado o, por el contrario, la peor de las pérdidas.

Holgazaneé un buen rato hasta que el timbre de la puerta me sorprendió.
Salté de la cama. Me atusé un poco el pelo. ¡Parecía una loca! Cara de sueño y mi pijama. Bueno, pijama… Un pantalón corto que enseñaba más que escondía y una camiseta de tirantes de color negro… Descalza llegué a la puerta del piso. Miré a través de la mirilla… ¡Dios mío!
¡No podía creerlo! ¡David al otro lado de la puerta! Apenas reconocí su rostro. Tal como me acerqué a la mirilla me separé de ella, pero esa mirada podía, puedo, reconocerla en cualquier parte entre un millón de ellas.


El corazón empezó a rugirme dentro del pecho. Los nervios hicieron que mis manos temblarán y que pusiera cara de sorpresa y, seguramente, de tonta.

La puerta se abrió, sus ojos aun somnolientos no perdían ni un ápice de su belleza. Su cara de sorpresa frente a mí. Sus preciosos rasgos dibujaban una mueca de estupefacción  y tras ella un enrojecimiento. Para romper el hielo bromeé y le dije:

- ... Yo también me sorprendo de verte -Y me carcajeé-. ¿Me dejas pasar o nos tomamos los croisants en la entrada?

Ella sonrió  y pasamos hacia el interior. La seguí desde el recibidor,  hasta llegar a una habitación que  se abría a una amplia y luminosa cocina. No pude contenerme. Dejé la bolsa con las cosas encima de la mesa. Me giré. Miré a Cala y extendí los brazos, para rodearla con ellos. Nos miramos a los ojos y ella bajó la mirada instintivamente. Le obligué a mirarme, poniendo mi dedo en su mentón... Y me incliné para besarla.



Eso tenía que haber pasado la noche anterior pero ya estaba. Tocaba ahora y este era el momento.Pero se azoró un poco, se sintió tímida y la solté sin dejar de sonreír.
Preparó el café y yo dispuse los dulces en un bonito plato que ella me dio. Mis ojos la seguían a todas partes.

- Anoche estabas preciosa pero hoy, así, recién levantada... ¡¡Uffff...!!

La hice sonreír. Conforme pasaban los minutos la fui sintiendo más cómoda, como si yo hubiera estado allí media vida. Me sirvió el café y tomé un sorbo.

-  ¡Vas a quemarte los labios!
- Me gusta caliente... Está bueno -le respondí mirándola de reojo, por encima de la taza.

No sé cuándo fue el momento justo en el que mi mano acarició sus labios, húmedos aún por el café con leche. Me miraba con esa mirada tan intensa que me desarmaba y me sigue desarmando, y acerqué mi boca para fundirnos en un suave beso que fue ganando en intensidad. 
La senté en mis piernas. Mis manos la estrechaban y acariciaban... 
¡Nadie sabe lo mucho que deseaba algo así! 
Nuestras lenguas se acariciaban y deslizaban cargadas del sabor a café. Mis manos recorrían despacio su espalda, sintiendo la suavidad de su piel...

- ¿Te hago el amor aquí o me llevas a tu cama? -le pregunté mientras mis manos se perdían al final de su espalda.

Apenas me dejo terminar la frase. Su lengua me atravesó como una espada candente. La tomé en brazos y caminé con ella unos pasos, los que nos separaban de la encimera libre. Sus manos se perdieron en mi pecho, bajo la camisa gris. Las mías hacía tiempo que recorrían su fina piel... perdiéndolas en sus pechos, rozándolos, buscando sus pezones erectos, apuntando hacia mí.. Descendí hasta ellos para besarlos y acariciarlos pero su respiración se agitó e incitó a mis sentidos, a mi boca, para deleitarme con su contacto entre mis labios..., lento, suave, pero a la vez intenso y excitante.

Sus manos buscaron mi entrepierna. Para entonces mi polla estaba ya tremenda, erecta, erguida, suplicando por aquella mujer a la que tanto deseaba.
Deseaba estar con ella, vivir con ella, hacer de mi vida la suya... Era la mujer que deseaba follarme toda la vida... Y es la mujer a que no follo todos los días.

Sus manos abrieron mi pantalón y me toco por encima del bóxer que, supongo ya se habría mojado por mi excitación. Noté en contacto de su mano perfilando mi bulto bajo la tela, siendo acariciado con delicadez, diría que con ternura. Mis manos la imitaron. La aupé lo suficiente para quitarle el pantaloncito y la volví a sentar para deshacerme de su camiseta.

Nos besamos nuevamente mientras nuestros sexos se aproximaban y rozaban, impregnándose el uno del otro... Los besos se alargaban, se intensificaban, se hacían densos, y nuestras bocas se fundían como mudos testigos de lo que más abajo ocurría. Mi polla rozaba contra sus labios, henchidos ya de ganas, abriéndolos despacio, suave, perdiéndose entre ellos en un suave embate, presionando su clítoris; mientras mis manos agarraban su culo, apretando sus nalgas, amasándolas...

Aquel beso suyo se extendió hasta mi oído:

Hazme tuya... No sabes cuánto te deseo... -me dijo excitada y con la voz entrecortada. Aquello me excitó. Me volvió más loco aún si cabía por tenerla entre mis piernas, por meterle mi polla hasta lo más profundo de su coño; por hacerla gritar de gusto, por reclamarle todo lo que deseaba de ella y a darle todo lo que necesitaba de mí...

Me sorprendió aquel empujón que me dio. Casi me hizo dar un traspiés. Me dejó contra la mesa. Se agachó delante de mí y... ¡Dios!, empezó a mamarme golosamente, como si le fuera la vida en ello, pero, al mismo tiempo, con sutiliza... 

Su lengua era un castigo, un gusto... rodeando mi glande, dibujando círculos en torno a él, avanzando terreno,sin dejar de mirarme. Aquello me ponía a mil. La dejé hacer. Quería disfrutar de aquello.

Su lengua empezó a lamerlo: Desde la punta hasta la base, por arriba, por abajo... por un lado y por el otro, recreándose en la punta, golpeándomela, estrujando mis huevos en sus manos... ¡Dios! No pude aguantar más y le agarré la cabeza, perdiendo mis dedos en su melena, empujando su cabeza hacia mi sexo, haciéndose lo tragar casi de golpe.
Y ella no digo nada. Aguantó y dejó llenar su boca con mi polla, hasta los huevos...
Sentía su lengua empujar, sus tetas pegadas a mis muslos... y comerme, beberse su saliva para dejar sitio a mi polla...


Ella, disfrutaba. Era como si me estuviera diciendo que no era la dulce mujer, tímida y aparentemente ingenua que todos pensaban. Dentro de ella estaba, está, la puta que todo hombre desea tener en su cama. Me incitaba a decirle palabras obscenas. Cuando le dije "zorra, chupa así...", dudé un segundo pero ella incremento el ritmo, cogió mi culo, estrelló sus palmas sobre mis glúteos y empezó a mover la cabeza arriba y abajo...Pensé que me rompía la polla. Yo apretaba mis entrañas para alargar más esa sensación, para no correrme pronto... para dejarla hacer, para dejarla ser...