miércoles, 11 de marzo de 2015

Miradas (I)...

Hacía muy poco tiempo que me acercaba por esa cafetería. Está a dos pasos de mi trabajo, en el que también soy nueva, y todavía ando conociendo un poco las calles, los lugares, las personas por lo que no me alejo mucho, aunque he de agradecer a algunos de mis compañeros su cortesía para sentirme más cómoda.
Me encantó desde el primer momento. Solo había visto una así en París y me pareció un lugar precioso, con encanto, recogido y tierno, si es que un negocio puede definirse como tierno.

Aquella mañana bajé sola a desayunar. Había mucho trabajo en la oficina y faltaban dos compañeros, de modo que tanto Luis como yo bajaríamos a desayunar solos.

Empezaba a conocer a la gente aunque no tenía conversación con nadie: Un “buenos días”, un “¿qué tal hoy?” o, un simple “hasta luego”. Solo con los camareros, por el hecho de ir todos los días y tener una relación más cercana, intercambiaba alguna que otra palabra.

Todos esos días había coincidido, a la misma hora y en el mismo sitio, con aquel hombre. Había algo en él que me buscaba. No sé si era su porte –el traje le quedaba como un guante-, el aroma de su perfume –que cuando pasaba a su lado parecía impregnarse por todas partes de mi ser-, la forma que tenía de mirar alrededor de él, aquella sonrisa a medio definir, su educación al saludar… No sé, algo había.
O si, simplemente, se trataba de su físico –no me parecía el hombre más guapo del mundo pero tenía un punto atractivo que lo hacía interesante.

Observé cómo doblaba el periódico y lo dejaba a un lado, cómo tomaba su taza y le daba un pequeño sorbo, cómo miraba el móvil y echaba un nuevo vistazo en torno a sí. No aparté mi mirada cuando sus ojos la encontraron. La mantuve y sonreír. La sonrisa me salió sola. Él me correspondió.


Fue curioso. Mostró su reloj, señalándolo, dándole un par de golpecitos con el dedo índice y, a través, del aire, sin mencionar palabra alguna, leí en sus labios:

- ¿Otro?

Miré entonces mi reloj. Tenía todavía unos diez minutos. ¿Por qué no aceptar una invitación tan inesperada? Acepté, moviendo la cabeza. Sé que tenía un final, así que la excusa para irme estaba más que justificada.
Se acercó a mí con una sonrisa. Me dí cuenta de su andar: seguro, pausado, decidido… Me sentí nerviosa. ¡Qué tonta! Hasta percibí cierto temblor en mis manos. Solo esperaba que ese ardor que sentía en mis mejillas no se expresara también en un sonrojo. No estamos para adolescencias a estas alturas.

- Hola –pronunció. Su voz me pareció una especie de brisa profunda, una de esas que levantan tus faldas, refrescan tu piel y te hacen sentir tímida y avergonzada por haber mostrado más de lo necesario.
- Hola –le respondí con una sonrisa mientras el camarero nos servía otro café a cada uno-. ¿Me puedes poner una nube de leche, por favor?
- Por supuesto –respondió.

 

Tomó mi mano sin que yo se la ofreciera, pero no por no querer sino por qué no se me ocurrió. Luego vinieron los dos besos, uno en cada mejilla. Su perfume me embriagó y me estremeció, y la suavidad de su piel, su aliento tan cerca de la mía...
Su nombre me pareció hermoso en su voz y cuando repitió el mío un par de veces, estuve a punto de derretirme.
El local hasta la bandera y yo solo le oía a él, aunque al principio reconozco que me costó centrarme.

¡Maldito el tiempo que se iba a acabar!
Pero para todo hay un principio y un final.
El tiempo se echaba encima y debía regresar a la oficina para que Luis pudiera salir también. Apuré los diez minutos hasta que ya no pude alargarlos más. Apenas me había dado tiempo a saber su nombre, que trabajaba en una empresa cercana, liado entre papeles y llamadas... Y que era dulce, tierno, cercano, algo embaucador... y sí, sumamente atractivo.
Tanto me pareció que reconozco que me sentí como una jovencita que acabara de descubrir al chico de su vida, mostrándose coqueta, riéndose de todo, intentando resultar más agradable de lo que ya lo era por naturaleza... Intentando conquistar...

- Debo irme. He de turnar a mi compañero.
- Yo también he de irme. Me ha sabido a poco este café.
- Otro día te invito yo a ti.
- Perfecto. ¿Puedes dejarme un momento tu móvil?
- ¿Cómo? -pregunté, sorprendida y confundida.
- No te preocupes. Solo voy a hacer una cosa. No voy a curiosear la información.

No sé por qué accedí a ello. Saqué mi móvil del bolso, lo desbloqueé y se lo entregué. Hábil se manejo en él. Tecleó y me lo devolvió.

- Luego lo miras. ¿Nos vamos? -sonrió mientras sentí su mano en la parte posterior de la cintura, casi imperceptible.
- Sí.

En la calle nos despedimos con dos besos pero en esta ocasión, me atreví un poco más: No dejé que las mejillas se rozaran. Apoyé mi mano en su nuca y posé mis labios sobre su piel.


Y tomamos direcciones opuestas. Aún así, me giré avanzados unos pasos. Le observé caminar dándome la espalda pero, de repente, se giró. Nos miramos, sonreímos y nos despedimos con la mano.
Miré el móvil. Busqué en la agenda instintivamente:
"David
655 XX 25 XX"

Estuve todo el día inquieta, con ganas de saber de él, de hablar pero no me atreví en ningún momento, y esperé a que su nombre saliera en mi pantalla. Algo que era imposible. Había dejado la pelota en mi tejado. Y yo tenía que tomar la decisión de jugar o dejarlo.
A la noche, ya metida en mi cama y después de haber cogido y dejado el teléfono unas mil veces, decidí dejar un mensaje:

- "Me ha encantado el café de esta mañana... Buenas noches. Un beso."


Por mi amiga Magdalia.

10 comentarios:

  1. Es un placer poder ayudarte con tus cosas. Sabes que puedes contar conmigo y que haré las cosas lo mejor que pueda. Un beso grande.

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    1. Siempre un apoyo y toda una ayuda en los momentos en los que las musas huyen y se muestran esquivas...
      Bss

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  2. Es que a veces una conoce una persona, que tiene ese "no sé qué", que nos moviliza, nos despierta, nos eriza...

    Besos desde mi playa para ambos.

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    1. Esa unión, el.compartir ese deseo que va creciendo, y que solo desea salir, expresarse... es lo mas bello e intenso.
      Bss

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  3. Encuentros de café, con sabor a poco. Besos

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    1. Muchas gracias Patricia, esperemos irlos completando poco a poco...
      Bss

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  4. Esos encuentros inesperados siempre son los mejores... Te dejan esas ganas de saber más, de volver a coincidir...de alargar los cafés...

    Besos...

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    1. Cafés q en compañia de la otra persona se vuelven en auténtico placer y deleite...
      Bss

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  5. uummmm cosquilleos y despertares repentinos, cafés con aromas inquietantes , mv q hacen .. Piiippp ...
    Haber q pasa en el almuerzo.
    Jiiss ;)
    Buen comienzo ... Bss

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  6. Joder!!! Magdalia y tu!!! Que combinación!!!...esas mariposas...esa magia que despierta ese "no se que" que nos hace irracionales y solo nos convierte en crios...locos...
    genial...
    un besito

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