EL champagne
sabía mejor de su boca.
Subí su
jersey, descubriendo su silueta. Mis yemas acariciaban su fina piel el aroma de
su perfume me embriagaba. ¿Lilas? ¿Violetas?
Por fin cayó
la prenda para entretenerme en su sujetador hasta que conseguí liberarlo
(pienso que siguen siendo complicados con las prisas). Acaricié sus pechos… Sus
pezones se endurecieron bajo mis yemas… Su calor… Intenso…
Ella bajaba
por mi garganta dejando la huella de su lengua, mientras sus manos jugaban en
torno a mi cintura hasta que se subió a horcajadas sobre mí, en el sillón. Me
miró en tanto soltaba el cinturón y me abría el pantalón. Aflojó mi bóxer y mi
polla, erecta, saltó apuntando hacia ella.
Se levantó
un poco, lo justo para subir más su falda y descubrir su sexo, sin tapujos, sin
trabas…
Un beso, la
lengua buscando la mía, y mi pene desprendido de sus manos para ser presa de
sus labios, del roce de su clítoris…
Me estaba
poniendo a mil… Se me iba a follar allí mismo pero se detuvo. Se bajó y se
arrodilló ante mí, tomando mi miembro directamente en su boca, apretando mi
glande con sus labios…
Un
escalofrío recorrió por la espalda.
Sentía la
presión y el contacto de su boca al abrirse y cerrarse, acogiendo mi polla en
ella.
Mis manos acariciaban sus cabellos
mientras la observaba y sentía sus pechos entre mis muslos… Me miró. Disfrutaba
exhibiéndose ante mí…
Su otra mano jugaba con mis testículos
y una sonrisa maliciosa se dibujó en su boca.
Se levantó y
me tendió la mano. La seguí. Una tenue luz venía del fondo, de su dormitorio.
Allí nos besamos y la eché sobre la cama, tirándome directamente sobre su sexo.
Levantó las piernas y las aupó sobre mi espalda, ofreciéndomelo por completo.
Mis dedos lo
abrieron despacio, recreándome en la jugosidad de su carne, impregnando mis
dedos, preparando el camino que mi boca iba a recorrer…
Un quejido
salió de su boca…
Sentía su
clítoris cálido e inflamado al juego de mi lengua que los presionaba y lamía al
tiempo.
Sus manos
rodeaban mi cuello, pidiéndome más, apretándome contra ella, contra el vértice
de sus piernas… Cerré mis labios sobre su clítoris, apretándolo y mordiéndolo
suavemente con los dientes…
Gritó de
placer y se revolvió, arqueando la espalda…
Su
respiración se aceleraba y yo estaba a tope…
“Eres mía”,
me dije mientras mi lengua penetraba en ella…
Y esas sensaciones que erizan la piel...
ResponderEliminarNi cava ni champagne... La mejor bebida, la saliva de tus besos... Besos de Pecado.