Te oí
abrir la puerta de casa. Silbaste como de costumbre esa canción que anuncia tu
llegada. Llegaste al salón y yo estaba en el sofá, con mi té en la mano y el
libro abierto boca abajo sobre el asiento que quedaba libre a mi lado.
Dejaste
tus cosas en la silla y en la mesa, y te acercaste hasta mí. Apoyaste una mano
en el respaldo del sofá y la otra en una de mis piernas. Tu boca se estrelló
contra mis labios y el perfume de tu piel se coló hasta mis pulmones. La
sensación de ese beso me supo a poco y quise más. Alargué ese beso cuando
querías alejarte. Tu lengua se prendió entre mis labios y empezó a jugar con la
mía.
Te
sentaste a mi lado. Me abrazaste. Tus manos se aliaron con mi cuello y mis
mejillas. Mis brazos se cruzaron sobre tu espalda, aferrándome a tu cuerpo
cuando te inclinaste sobre mí, quedando sobre mi cuerpo: Tu pecho pegado el mío.
Tu boca clavada sobre mis labios. Mis piernas se abrieron para acogerte en el
hueco que dejaron hasta que tus caderas se apoyaron en las mías.
Sentí como
crecía tu deseo bajo tu pantalón, sobre mi ropa. Tus manos me recorrieron,
desde la garganta, con tu boca entreabierta; hasta mis pechos, donde tus manos
los coparon; donde tus dedos desabotonaron mi camisa y dejaron mi piel al
descubierto. Sin trabas, sin telas que la escondieran.
Tu
respiración se aceleró. Tu voz se perdió en un gemido. Tu saliva se revolcó con
la mía en aquel beso denso, profundo, que parecía querer atravesar el hueco de
mi garganta.
Te ayudé
a abrirte la camisa y, mientras yo tiraba de mi pantalón, tú, de pie al lado
del sofá, te quitabas el tuyo. Tu sexo emergió con fuerza tras retirar tu
bóxer. Te acercaste hasta mí. Me tendiste la mano para levantarme. Te sentaste
y me invitaste a hacerlo sobre ti… A horcajadas me coloqué encima de ti, percibiendo la erección de tu miembro rozando mi sexo, sin dejarlo entrar.
Nuestras
bocas jugaban a ser una. Yo me movía encima de ti, dejando que tu pene
profundizara en la línea que forman mis labios henchidos de deseo, mientras el
vértice de mi sexo, la femineidad hecha perla, crecía con mi excitación, al
roce de tu piel hecha músculo…
Sentía
tus manos agarrando mis nalgas, oprimiéndolas, juntándolas y también
separándolas, aupándome sobre tu sexo, intentando clavarlo en mi carne. Esa altura,
favorecida por mi impulso, permitía a tu dedo buscar el anclaje al final de mi
espalda y tener mis pechos al alcance de
la boca.
Erectos
mis pezones, llamativos timbres en alerta, se hundieron entre tus labios.
Primero uno. Luego, se vencería el otro. Tus dientes los aturdían. Los labios
los consolaban. La lengua los bendecía… Y tu boca entera, los enterraba.
Pero mi
excitación provocaba que mi sexo se llenara de esencia, que mis efluvios exudaran
de mis carnes, mojándote, confundiéndose con tu borrachera de sensaciones,
hasta que en ese grito vestido de gemido, con la garganta seca pese a la saliva
de tu boca, fuera la llamada de guerra en la que tu cuerpo y el mío se
fundieran por completo.
Mis alzadas sobre tu sexo. Las clavadas del tuyo en el mío. Tus líquidos. Mis fluidos. Mis pechos arrugados bajo tus manos, presas hinchadas de deseo. El retorcimiento de mis pezones bajo las yemas de tus dedos.
Y las
miradas perdidas y al mismo tiempo, fijas la una en la otra, como mareadas,
como incandescentes… Vibrando de deseo, de entrega, de calor, de fuego…, de
esencia tuya… y mía.
Tus
gemidos… Mi respiración entrecortada.
Tu
respiración ronca y mis jadeos.
Y mi
sexo inundado del tuyo. El tuyo impregnado de mis jugos, de la esencia de tu
vida y de la resurrección de la mía.
Y en ese
abrazo, ese que nos separaba apenas un pálpito, te derramaste en mí, escupiendo
esa savia blanca que se fundió entre mis paredes calientes, oscuras y mojadas,
lavada tras un instante con ese río de lava transparente que nació de mí…
Y en ese
orgasmo compartido, en ese cúmulo de espasmos, de sacudidas inflamadas de
sonidos parpadeantes, tu cuerpo exhalado y el mío padecido, perecieron juntos
en resurrección postrera.
Sí, ese
fue mi recibimiento… Un momento de arrebato que tenía que estallar entre mis
piernas sobre las tuyas.
Hay veces en que relatos como este se reciben y sería un pecado que no vieran la luz....
GRACIAS
Hay veces en que relatos como este se reciben y sería un pecado que no vieran la luz....
GRACIAS
He pasado por aquí y me he detenido al escuchar los gemidos que de tu garganta emergen, sentir el cuerpo húmedo y tibio sobre un cuerpo que desborda pasión.
ResponderEliminarMe ha encantado, seria mortal no hacerlo realidad. Besos
Hay relatos que expresan todo lo que se esconde tras una mirada....
EliminarBss
Sabes que no puedo decir nada ...
ResponderEliminarBesos de Pecado con sabor a té...
Con breves palabras dices mas que que yo con un folio. .. el honor es tuyo.
EliminarBss
Me encanta, me encanta!!!
ResponderEliminarLa nueva imagen, los relatos, las historias!!!
Y aunque paso poco, no dejo de seguirte :-)))
Besos dav tor!!!!
Exageradamente bueno...
ResponderEliminarWooooowww....parece que he escuchado los jadeos.... subime...
ResponderEliminarte he dicho alguna vez que creo que tienes un estilo parecido al mío...lo suscribo...y asi de cardiaca me pones!!!...que me llevas dónde quieras!!...ummm...
Me gusta mucho la nueva imágen Dav...creo que da al blog un puntito aun mas sensual...
un besazo